Una de las cosas que me encantan de la pedagogía Montessori es la Educación Cósmica. Se trata de un área de aprendizaje en la que buscamos respuesta a los grandes porqués.

María Montessori dedicó gran parte de su vida a educar en la etapa más importante del Ser Humano, que es la infancia, así como a expandir su filosofía por todo el mundo, y no fue hasta casi el final de su vida cuando llegó a este planteamiento.

Había quedado atrapada en la India junto a su hijo Mario, como consecuencia del estallido de la II Guerra Mundial, y terminaron instalándose en una región montañosa y pastoral llamada Kodaikanal, donde en pleno contacto con la naturaleza, con los niños y con tiempo para la reflexión, quiso dedicarse a pensar en cómo a través de la educación se podría crear al hombre nuevo que fuese capaz de traer la paz al mundo.

Recordemos que ella nació en 1870, y le tocó vivir las dos grandes guerras, así como la guerra civil española, y que tuvo que exiliarse de su propia patria al chocar de frente con el régimen de Musollini, por lo que todo el belicismo de la época en la que vivió le afectó profundamente y quiso darle a su método un enfoque humanista, razón por la cual muchas veces escuchamos que su método refleja la Educación para la Paz.

María Montessori quiso ayudar a los niños (futuros adultos) a vivir de acuerdo a la sabiduría del universo, guiándole hacia un análisis de la pregunta inicial “quién soy?” y así pasar a la segunda, ¿para qué estoy aquí?

Estaba convencida de que cada ser vivo y no vivo en la Tierra tiene un propósito especial para ella, una “tarea o misión cósmica”, pero este propósito es inconsciente, es decir, generalmente no lo conocemos.

Así, por ejemplo:

  • La abeja no sabe que ella poliniza las flores: ella sólo cumple su tarea de recolección de polen.
  • La rana no sabe que mantiene equilibrada la población de insectos: ella sólo se alimenta.

A través de la Educación Cósmica, intentamos guiar al niño en el camino del autoconocimiento, porque sabiendo quién es, trabajará con más implicación para tratar de mejorar el mundo en el que vive. Por eso en Montessori se confía en el maestro interior del niño, capaz de construir su propio aprendizaje, y es maravilloso cuando sucede y podemos observarlo.

En el niño, además del impulso vital de crearse a sí mismo, debe haber otro impulso, un deber a cumplir en armonía con el universo, algo por hacer al servicio de la totalidad unida” Montessori, 1986.

Entre los 0 y 6 años, (primer plano de desarrollo), el niño está ávido de adquirir todo el conocimiento posible del mundo que le rodea, (por eso se habla de mente absorbente), mientras que, a partir de esta edad, (segundo plano de desarrollo, de 6 a 12 años), el niño ya es más maduro y necesita ordenar toda la información que ha ido asimilando y así comprender el mundo.

Esta es la razón por la que la Educación Cósmica se suele incorporar en la etapa de Primaria, y ofrece a los niños el conocimiento en Ciencia y Cultura, (historia, biología, geografía, física, química, etc), pero no a través de la memorización de contenidos, si no tratando de encender la chispa, despertar la curiosidad, animar a investigar, hacer experimentos, desarrollar el pensamiento crítico

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