El 30 de enero es, desde hace veinte años, la fecha elegida por la UNESCO para celebrar el Día Escolar de la No Violencia y la Paz en conmemoración a la muerte de Mahatma Gandhi ese mismo día del año 1948.

Muchos países, como por ejemplo México, no celebran esta efeméride; pero si celebran el 21 de septiembre, Día Internacional de la Paz, abogando por la solidaridad mundial en pro de un mundo sin violencia, un mundo capaz de convivir y resolver los conflictos pacíficamente.

 Y es que, independientemente de la fecha o de cómo lo celebremos, se hace cada vez más necesario el ejercicio consciente hacia el respeto, la tolerancia y la no violencia en un momento donde esos valores conviven con enormes barreras que hacen muy complejo el objetivo de alcanzar esa paz tan anhelada por todos.

Montessori: una pedagogía orientada a la paz

Es evidente que para conseguirlo es necesario aunar fuerzas y acción conjunta, poniendo especial atención en la educación de nuestros niños. Así lo vio Maria Montessori quien vivió en la India junto a su hijo durante la Segunda Guerra Mundial. Allí, inmersa en esta cultura, sintió que era imprescindible la educación para desarrollar en los niños la parte más humana y espiritual del ser humano.

“Todo el mundo habla de paz, pero nadie educa para la paz. La gente educa para competir y este es el principio de cualquier guerra. Cuando eduquemos para cooperar y ser solidarios unos con otros, ese día estaremos educando para la paz”.

Maria Montessori

Fue en esta etapa de su vida en la que profundizó en la Educación Cósmica, un concepto que había desarrollado unos años antes y que es uno de los ejes de esta pedagogía.

En Montessori, las áreas de conocimientos se ofrecen de forma interrelacionadas y el niño va aprendiendo que todo está interconectado, que todos los elementos de la naturaleza; incluido ellos mismos, forman el Universo, creando un equilibrio donde todos cumplen su función y, de esta forma, aprenden a sentirse agradecidos por eso.

En los ambientes Montessori se respira calma y armonía, los niños interaccionan con respeto y los problemas que surgen, como seres sociales que somos, se resuelven de manera pacífica. Todo en Montessori está orientado hacia la paz, es una vivencia diaria en la que se practica la gracia y cortesía, se cultivan las relaciones de horizontalidad y los niños aprenden a compartir los materiales puesto que sólo hay un material de cada tipo con el fin de fomentar la paciencia y generar oportunidades para la creación de acuerdos.

¿Y que pasa si los niños se  enfadan, si se pelean con otro compañero o tienen un conflicto interno? En Montessori disponemos de un recurso fascinante que, como no podía ser de otra manera, les ayuda a resolver los conflictos de una forma pacífica y respetuosa. Se trata de la “Mesa de la Paz”.

 

¿Qué es La Mesa de la Paz?

Lo más importante es encontrar una zona tranquila y alejada de ruidos y distractores. Allí pondremos una serie de elementos que podemos adaptar a nuestro espacio o  necesidades. Básicamente serían:

  • Una mesa pequeña y dos sillas del mismo tamaño. Aunque esta es la opción habitual, se podría sustituir por una pequeña alfombra y dos cojines utilizando una cesta que contenga los elementos que se pondrían en la mesa.
  • Un objeto que simbolice la paz (puede ser una paloma de peluche, un corazón de goma, un cojín, etc).
  • Una campana o algo que emita sonido al tocarse.
  • Puede añadirse también alguna planta o un reloj de arena, que servirá para cuando el niño experimente un conflicto interno o se encuentre muy agobiado.

Es importante presentar este espacio al niño en un momento de calma y sin conflictos, explicándole que siempre tendrá disponible este rinconcito para que acuda a el siempre que quiera y lo necesite. En este momento es conveniente explicarles tanto su uso individual como colectivo. ¿Cómo lo hacemos?.

Los dos tipos de uso de La mesa de la Paz

El uso individual

El uso individual es muy útil en aquellos casos en los que el niño se encuentre en medio de un conflicto interno. Cuando experimenta sentimientos de tristeza, se siente agobiado o frustrado por diversas razones en las que no ha intervenido otra persona.

Al niño se le puede explicar que en momentos así puede acudir a la Mesa de la Paz donde encontrará elementos que le ayudarán a sentirse mejor. Observar el reloj de arena puede ayudarle a relajarse, podrá pensar en lo que siente y aceptar sus emociones.

El uso colectivo

El uso en colectivo tiene lugar si el conflicto se produce entre dos niños.  En este caso, uno de los niños invita al otro a sentarse a la mesa. Si son muy pequeños debe ser un adulto quien les acerque a la mesa y les explique que allí pueden resolver esas diferencias sin necesidad de gritar o herirse.

Una vez allí, comienza a hablar uno de los niños colocando una mano en la mesa y la otra en el objeto que simbolice la paz; también puede colocar la mano en su pecho si así lo prefiere. En ese momento el niño expresa sus sentimientos y describe las emociones que ha experimentado intentando no culpabilizar a la otra parte, por ejemplo-. “no me gustó que me arrebataras el libro de las manos” y a continuación explica como cree que se puede solucionar este incidente: “Pienso que debes disculparte y la próxima vez que quieras algo que yo tengo, debes pedírmelo con respeto”. Al terminar, deja el objeto en la mesa y retira la mano para que la otra parte sepa que ha terminado su turno.

La otra parte implicada realiza los mismo pasos y es de esperar que ambos lleguen a un entendimiento. Es entonces cuando hacen sonar juntos la campana o el objeto sonoro que se haya elegido para de esta forma anunciar, a la familia o los compañeros de clase, que el conflicto se ha resuelto.

¿Qué pasa si los niños no consiguen llegar a un acuerdo?

En los casos en los que no consigan llegar a un acuerdo, pueden pedir a un adulto que intervenga como mediador para facilitar que ambas partes se entiendan. Este mediador no debe juzgar y debe ser totalmente imparcial.

La Mesa de la Paz es un recurso maravilloso que enseña a los niños la importancia del diálogo y el respeto mutuo a la hora de resolver un conflicto. Se trabaja la empatía, la asertividad y los niños aprenden a expresar sus emociones con naturalidad y desde la sinceridad.

No hay culpables ni castigos y si un inmenso aprendizaje que les acompañará toda la vida.

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